ra chambergo y lengue en el abasto,
morocho caminar, gran tipo lejos.
Grababa el corazón en las cortadas,
se metía de amigo hasta los huesos.
Empezó guitarreándose la noche
con guapos sensibleros.
Calavereó cantando por cantinas,
por almacenes esquineros.
Se conversó en azul, otarió otarios,
caracoleó de pinta y de porteño.
Regalador de calles con olor a tango,
desatontó muchachas con olor a sueño,
semicorcheó canciones emparradas,
se encamotó con lunas y con reos
y tuvo flechadura de bailongo,
de baile bandoneón, de viento arrabalero.
De pie en la cuesta abajo, la percanta
que me amuraste en mano a mano o en silencio,
de todo lo que daba con voz llena
nunca pedía el vuelto.
Fletó el tango a parís y a norteamérica
con pantalones puestos.
Fue hombre, fue zorzal, fue madreselva.
El pueblo lo quería por ser pueblo.
Como una estrella rota se nos cayó de golpe.
Seguía guitarreando con guapos sensibleros.
Mario Jorge De Lellis (1962)