uestro fuero emocional
hoy nos gana el lado izquierdo
y el tango desde el recuerdo
ha encendido un cenital.
La piedra filosofal
de esta feliz apertura
tiene una sola lectura:
Por encima del fervor
hay un hilo conductor
arraigado en la cultura.
En esta porteña cita
el pueblo tiende sus brazos
para refrendar los lazos
con su ternura infinita.
En nuestro pecho se agitan
el amor y la constancia.
Es esto la resultancia
de un caro sueño, un anhelo;
en ello está puesto el celo
del barrio y su circunstancia.
Un sello de alto nivel.
desde su nombre se eleva;
nombre que nadie reprueba
y es lo más, Carlos Gardel:
Quien no lleva a flor de piel,
en este mundo perverso,
alguna línea, algún verso,
y se supone albacea,
de aquel que pintó su aldea
y trascendió el universo.
Su Buenos Aires querido
hoy, hilando su amalgama,
lo reafirma y lo proclama:
No habrá más penas ni olvido.
Todo el calor de su nido
nos entibia la elegía;
resuena su “Melodía
de arrabal” como en un sueño;
en el espectro porteño
que proclama su autarquía.
Mito, sentir, paradigma;
con su voz y su prestancia,
en el tiempo y la distancia
continúa siendo un enigma.
Configura una consigna,
que está grabada a cincel;
de su solapa el clavel
nos perfuma con su esencia
y el cantor, por excelencia,
será por siempre: Gardel.