l declinar su entregada garganta
el tramo último,
el arte de preparar en calma
la burda y desolada muerte natural,
fue como un reto lanzado a los mercados,
a la escondida, inaccesible historia,
de la oscura gente sin pompa.
Y sucedió que en el medio del otoño
comenzaron a verlo día a día
sobreviviendo en las madreselvas
de pie junto al farol constante;
y tanta palabra,menudo aliento,
sirvió más bien para el olvido,
ese común, el que derrama flores
y mueve suspiros
en los huraños pobres de la orilla,
en la glosas de varones traicionados,
en fin, en todo lo cansado de andar
que fluye, decae, cesa,
sobre las memorias del río querido.
Pero de él la ciudad mucho sabe y conserva
su lágrima más rica,
su daño que hirió de pronto
la escondida jactancia, el desapego silencioso
con que las voces que callan en compañía,
alrededor de sillas humeantes y amaneceres,
acostumbran a decirse afectos.
Y acaso por ser yo de esos
me cohíbe repetir el nombre,
atarme a la vil nostalgia temporal
de reclamarlo.
Alberto Girri